viernes, 30 de noviembre de 2007

Flor de Noche buena ¿en peligro?



28 de noviembre de 2007
Hermosillo, Sonora, México

Batarete
Ernesto Camou Healy

¿Se imaginan ustedes cómo sería una Navidad mexicana sin el auxilio multicolor de las Nochebuenas, esas plantas que adornan pesebres y pórticos, altares y veredas, jardines y pra dos decembrinos?

Pues eso muy fácilmente puede suceder debido a que alguna empresa norteamericana patentó más de 300 variedades de la flor de ornato y ahora pretende cobrar por su venta. La Nochebuena es originaria de nuestro País y su nombre científico es Euphorbia pulcherrima, lo que traducido con cierta libertad significa “Euforbia bellísima”. Es una planta bastante aguantadora y tiene la peculiaridad de que las hojas que circundan a su flor, conocidas mejor como brácteas, se tornan de un rojo encendido que augura incendios y el retorno cíclico del Sol, en medio de los rigores invernales. En Estados Unidos se le llama Poinsettia, en dudoso honor a un personaje siniestro de nuestra historia, Joel R. Poinsett, que fue ministro plenipotenciario del vecino del Norte ante nuestro País.
Él la “descubrió” y la llevó a los Estados Unidos desde principios del siglo XIX. Poinsett también introdujo a México lo peor del intervencionismo gringo y la desvergüenza de considerarnos, sin con templaciones, su patio trasero.

Por años, siglos ciertamente, los campesinos e indígenas mexicanos se tomaron el trabajo de ir domesticando ese arbusto atractivo para lograr que las brácteas se desarrollaran y lograran ejercer con eficacia su labor seductora y de gala. La paciencia de su trabajo, la selección cuidadosa de los mejores ejemplares, los más coloridos, más altos, con mayor aguante al clima, y los que proporcionaban mejores tonalidades, fueron fructificando en una planta de ornato estacional que tiene un gran uso en toda la geografía de México y que, por muchas décadas ya, ha sido una ocupación productiva legítima para muchos cultivadores mexicanos. Pero la globalización alcanzó a la Noche buena y de pronto, sin apercibirnos bien a bien de lo que perdimos, nos enteramos que allá en los Estados Unidos hay una persona, y una empresa, que se dice dueña de los derechos de la Nochebuena. Un astuto y avorazado empresario ha patentado los derechos de más de 300 variedades de la Nochebuena a favor de dos empresas de nombre Paul Ecke Ranch y Oglevee.
¿Cómo puede ser esto posible?
Desgraciadamente con suma facilidad: Las leyes y tratados internacionales, a los que estamos suscritos, prevén que algún vivales con la documentación adecuada y una dosis no demasiado grande de capacidad económica, pueda conseguir a su favor una patente que declare que es el dueño legítimo de un bien que, por su carácter natural, no debería ser enajenable.Pero si bien, no es dueño de la planta original, sí lo es de más de tres centenares de variedades distinguibles por su color, tamaño y otras características que la pueden diferenciar aunque sea en pequeña medida, de las Nochebuenas primigenias. De acuerdo con esta lógica, lo que la patente le protege sería “su inversión”, en el estudio, desarrollo genético y procesos de hibridación que llevaron a conseguir una, o muchas variedades vegetales, susceptibles de explotación comercial. O más bien, apadrina la desvergüenza de quien no tiene empacho de llamar suyo al producto del esfuerzo de muchos, por siglos… En términos prácticos eso significa que, por cada plantita que se venda en el mercado, o en pie de milpa, el vendedor debe entregar una comisión al dueño de la patente.
¡Imagínese usted que por cada Nochebuena que se venda en México recibiera una cantidad mínima, unos centavos nada más, digamos un 10…!
¿Cuántas Nochebuenas se expenden en nuestro País en los meses de noviembre y diciembre?
¿Un millón?
¿Diez millones, 100..?
Saque cuentas, multiplique esas cifras por $0.10 y vea lo que pretende exigir don Paul Ecke, o su ranchito, por cuestión de comisiones. Lo que las oficinas internacionales de patentes, y sus leyes hacen es permitir el latrocinio de las economías campesinas e indígenas, a favor de las empresas aventureras de la botánica, que aprovechan la sabiduría de siglos encarnada en una planta como la Nochebuena; o como el nopal, el maguey, el maíz o muchas otras nacidas y desarrolladas en nuestras latitudes, que están en amenaza de ser consideradas propiedad privada de algún aprovechado inversionista extranjero.
En estos momentos hay empresarios de origen chino que están intentando patentar a su favor ciertas variedades de maguey y de nopal. Es curiosa la respuesta de algunos funcionarios: “No lo van a lograr”, dicen algunos. “No pueden patentar un producto vegetal milenario”, dijo otro. El caso es que, la historia reciente más bien apunta a que, de uno u otro modo, es posible que lo logren. Ya sea sólo en algunas variedades o un uso particular, tradicional, de dichas especies, pero sí parece posible que obtengan algo. Y no se vale cruzarse de brazos, y no ampararlas porque, en teoría se defienden solas. ¿Va a hacer algo la Secretaría de Agricultura?

Ernesto Camou Healy, doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía.

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